29 enero 2021
Autor: DAE Formación
Duración aproximada de lectura: 5 min

El estado nutricional de la persona mayor tiene importantes repercusiones en su salud y calidad de vida. Aunque sus requerimientos calóricos están disminuidos por los cambios fisiológicos del envejecimiento es frecuente encontrar ancianos malnutridos.

Malnutrición en la persona anciana

Los cambios fisiológicos inherentes al proceso del envejecimiento hacen que se modifique el estado nutricional de la persona mayor y, con ello, las necesidades de nutrientes con respecto al adulto joven.
La malnutrición es una patología muy común en la población anciana y tiene múltiples repercusiones, lo que afecta a su calidad de vida de manera importante. Favorece la aparición de enfermedades y el empeoramiento de las ya existentes, dificulta el proceso de recuperación de cualquier patología, aumenta el grado de dependencia o el riesgo de sufrirla, el riesgo de caídas, la incidencia de úlceras por presión, etc.
Uno de los problemas más comunes al que uno se enfrenta con respecto a la alimentación en el anciano es la inapetencia. Aunque sus causas son diversas, a menudo se debe a la alteración de los sentidos, especialmente el gusto y el olfato. Para abordar este problema, los platos deben presentarse de forma que resulten atractivos, con pequeñas cantidades, ligeramente condimentados y adaptados a sus gustos en la medida de lo posible.
Otras causas que comúnmente dificultan la alimentación en la persona mayor son los problemas de la cavidad oral, como la falta de piezas dentales o la movilización de las mismas. La manera de solventarlo es adaptar la textura de los alimentos a las necesidades del individuo.

Recomendaciones nutricionales en el adulto mayor

La nutrición es un proceso involuntario que consiste en la transformación y asimilación de los alimentos para poder ser utilizados por el organismo.
A pesar de no existir recomendaciones definitivas con respecto a las necesidades nutricionales de los adultos mayores, se han definido pautas con respecto a los macro y micronutrientes con el fin de facilitar la elaboración de dietas y menús, en las cuales es necesario detenerse.

Energía

Los requerimientos calóricos en los ancianos están disminuidos debido a la reducción de la actividad física, la masa muscular y el gasto energético total. Las recomendaciones genéricas del aporte calórico al día según el tipo de anciano ante el que uno se encuentra son:

  • Sano: 20 kcal/kg.
  • Enfermo: 30 kcal/kg.
  • Desnutrido: 30-38 kcal/kg.

Macronutrientes

Se consideran macronutrientes proteínas, hidratos de carbono y grasas. Cabe, además, tener en cuenta la fibra por su gran relevancia en la alimentación del adulto mayor.

  • Proteínas: el aporte de proteínas en el anciano debe oscilar entre 1 y 1,5 g/kg/día, suponiendo entre un 15% y un 30% del aporte energético total diario. Para garantizar el aporte de aminoácidos esenciales, se recomienda que las proteínas ingeridas sean de alto valor biológico, correspondiendo un 60% a proteínas de origen animal y un 40% a proteínas de origen vegetal.
  • Hidratos de carbono: se recomienda un aporte diario de 130 g, debiendo estos constituir entre el 46% y el 65% del aporte energético total. Los hidratos de carbono deben ser complejos y preferiblemente con alto contenido en fibra, de manera que se garantice el aporte diario de este componente.
  • Grasas: las grasas deben suponer entre un 20% y un 35% del total de calorías ingeridas. Deben dejarse a un lado las grasas saturadas, dando prioridad a las monoinsaturadas y muy especialmente a las poliinsaturadas.
  • Fibra: la fibra tiene múltiples beneficios en el organismo, desde la mejora del tránsito intestinal hasta la prevención de ciertas patologías, como los problemas cardiovasculares y algunos tipos de cáncer. El aporte diario de fibra en el anciano debe estar entre los 20 y los 30 g, distinguiéndose dos tipos:
    • Fibra soluble o fermentable: tiene que suponer el 40% del aporte diario de fibra. Aumenta la salivación y favorece la absorción de agua y electrolitos, retrasando el vaciamiento gástrico y el tránsito intestinal. Contribuye a la disminución de la diarrea.
    • Fibra insoluble o no fermentable: debe suponer el 60% del aporte diario de fibra. Acelera el vaciamiento gástrico y el tránsito intestinal, aumenta la masa fecal y reblandece las heces. Es decir, mejora el proceso de estreñimiento.

Micronutrientes

Con el término micronutriente se hace referencia a las vitaminas y minerales, que deben ser aportados al organismo en pequeñas cantidades a través de la dieta. Las necesidades de estos nutrientes variarán según el sexo del adulto mayor, las patologías que sufre y los estados carenciales.
En la población anciana es común el déficit de vitamina B12 y, en cuanto a los minerales, es frecuente la aparición de niveles bajos de calcio y hierro. Para decidir si es necesario o no suplementar el aporte de micronutrientes hay que tener en cuenta la sintomatología de la persona mayor.
A continuación se presentan los micronutrientes más importantes para el anciano y la cantidad diaria recomendada.

  • Vitamina A: 700-900 µg
  • Vitamina B1: 1,1-1,2 mg
  • Vitamina B6: 1,5-1,7 mg
  • Vitamina B12: 2,4 µg
  • Vitamina C: 75-90 µg
  • Vitamina D: 10 µg
  • Vitamina E: 15 µg
  • Vitamina K: 75-120 µg
  • Folato: 400 µg
  • Calcio: 1.200 mg
  • Yodo: 150 μg
  • Hierro: 8 mg
  • Magnesio: 1,8-2,3 mg
  • Fósforo: 700 mg
  • Zinc: 8-11 mg
  • Selenio: 55 μg

Agua y/o líquidos

El envejecimiento conlleva una disminución de los líquidos corporales, lo que unido a la reducción de la sensación de sed puede provocar estados de deshidratación en el adulto mayor. Por ello es muy importante asegurar el aporte hídrico diario.
La cantidad mínima de líquidos necesaria para el anciano oscila entre 20 y 45 ml/kg/día, lo cual supone, de manera general, entre 1 y 1,5 litros de líquido diario para cubrir las necesidades diarias del organismo.

Ingesta dietética en el adulto mayor

La alimentación es el proceso voluntario a través del cual se toman alimentos del exterior.
La ingesta dietética en el anciano debe repartirse en cuatro tomas, que pueden ampliarse a cinco si se añade un refrigerio a media mañana. La distribución sería:

  • Desayuno: 20-25% de la ingesta diaria.
  • Comida: 30-35%.
  • Merienda: 10-15%.
  • Cena: 25-30%.
  • Refrigerio de media mañana: el resto.

Como se ha indicado, es importante dejar al anciano comer sin prisas, ofrecer raciones preferiblemente pequeñas con una presentación atrayente y una textura adecuada a sus capacidades/necesidades. Asimismo, se debe adaptar la alimentación a los gustos de la persona mayor en la medida de lo posible y no condimentar los platos en exceso.
Por otra parte, hay que evitar dar de comer al adulto mayor cuando tiene capacidad para hacerlo por sí mismo. Por el contrario, habrá que animarlo a que lo haga él solo con el fin de fomentar su autonomía, independientemente del tiempo que le lleve.
De igual manera, se debe estar atento a los alimentos que le producen malestar, ya que es común la intolerancia a ciertos nutrientes, como el gluten o la lactosa, que alteran su estado nutricional y el proceso digestivo.
A continuación se presentan las recomendaciones de las raciones diarias para el adulto mayor según cada tipo de alimento.

  • Grasas y aceites: 3-4 cucharadas soperas
  • Leche, yogur y queso: 3
  • Carne, aves, pescado, frutos secos y huevo: 2
  • Verduras: 2-3
  • Frutas: 2-3
  • Pan, arroz y pasta: 4-6
  • Agua: 5-8 vasos

Para abordar la obesidad en el adulto mayor no se recomiendan las dietas restrictivas, dado que puede desembocar en déficits nutricionales. La intervención adecuada será el fomento de la actividad física, en función de sus capacidades.

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