26 enero 2021
Autor: DAE Formación
Duración aproximada de lectura: 4 min

A modo de introducción de esta nueva temática, se hace necesario precisar algunas concepciones básicas sobre el dolor:

  • El dolor es un síntoma subjetivo y no un signo físico.
  • El dolor, como síntoma subjetivo, se encuentra sujeto a la información que proporciona el propio paciente. Se trata, por tanto, de una experiencia sensorial y emocional (subjetiva) desagradable.
  • No existe el dolor imaginario: el dolor siempre es real para aquella persona que lo experimenta. En este sentido se incluye el dolor psicógeno, definido como un tipo de dolor forjado en aspectos psicológicos pero no por ello irreal.
  • Generalmente el dolor físico y el dolor psíquico suelen ser inseparables y uno conduce al otro.
  • No siempre las características de la lesión física han de ser proporcionales a la intensidad de la sensación dolorosa.

Tipos de dolor en la persona anciana

  • Agudo: aquella sensación dolorosa que dura poco tiempo, generalmente inferior a dos semanas (ejemplo dolor por un golpe). Se caracteriza por la elevada ansiedad que provoca en el sujeto que lo padece, produciéndose así una retroalimentación difícil de romper: el dolor produce ansiedad, la ansiedad produce mayor dolor y este a su vez produce mayor ansiedad (Ver Imagen 1).
  • Crónico: sensación dolorosa persistente o intermitente pero con una duración mayor de seis meses, generando en el sujeto que lo experimenta sentimientos de impotencia y desesperación e, incluso, produciendo cambios en el estilo de vida de la persona y de su entorno.
  • Psicógeno : este tipo de dolor no tiene una base orgánica. Se produce en personas que reaccionan de forma exagerada frente a mínimos estímulos o en aquellas que somatizan frente a conflictos psíquicos. Este hecho se conoce como fenómeno de magnificación del dolor.

dolor en la persona ancianaImagen 1. El dolor agudo puede provocar una elevada ansiedad

Por tanto, dependiendo del momento vital en el que se encuentre la persona, el dolor puede tener significados muy distintos entre unos sujetos y otros. Así también, las creencias y las actitudes que cada uno tome en relación al mismo van a condicionar dicha experiencia dolorosa y el significado que adquiera para cada sujeto.

Factores característicos que influyen en la percepción y en la expresión del dolor

  • Factores endógenos del sujeto: mientras que hay personas que resisten el dolor otras, en cambio, lo experimentan de forma muy intensa. En este sentido cobra vital importancia la emotividad del paciente.
  • Factores ligados a la personalidad: la expresión y percepción del dolor también está relacionada con la personalidad del sujeto. De alguna u otra forma, las experiencias dolorosas anteriores marcarán las sensaciones dolorosas actuales.
  • Factores ligados al medio ambiente: entendiendo como tales aquellos factores culturales, sociales y educativos.

Además de todos estos factores, es fundamental considerar la relación del binomio atención-distracción prestada a la sensación dolorosa. En este sentido cobran especial importancia los cuidados de enfermería, ya que se ha demostrado que si la persona aprende a concentrarse en otras actividades, el dolor puede disminuir e incluso desaparecer.
Cuando el paciente con dolor tiene la posibilidad de poder focalizar su atención en distintos asuntos que lo distraen, se evita el abuso de terapias medicamentosas.
Por el contrario, la atención sobre el dolor ejerce una influencia amplificadora del mismo.
La valoración de enfermería debe ir dirigida fundamentalmente a identificar el grado de dolor que el paciente manifiesta y el modo de adaptación del paciente a la sensación dolorosa. Por tanto, se deben tener en cuenta los siguientes aspectos:

Características fisiológicas del dolor

    • Localización: dónde se localiza.
    • Tipo: según las sensaciones del propio paciente (cólico, punzante, opresivo…) e intensidad del mismo (leve, moderado, intenso…).
    • Duración: tiempo desde su aparición (agudo/crónico).
    • Frecuencia: número de veces que el dolor se ha presentado con similares características.
    • Irradiación: si el dolor se proyecta en otro lugar diferente a donde comenzó.
    • Grado en que afecta el dolor a su estilo de vida y sus roles habituales: impedimento para realizar actividades básicas de la vida diaria tales como alimentación, descanso, aseo, etc.
    • Síntomas acompañantes: náuseas, vómitos, diarrea o fiebre, entre otros.
    • Signos acompañantes: temblor, sudoración, escalofríos, palidez, etc. Incluye también manifestaciones afectivas del paciente como tensión emocional o irritabilidad, así como manifestaciones psicomotoras (agitación).
    • Factores agravantes: circunstancias que precipitan, aumentan o desencadenan el dolor como, por ejemplo, determinados movimientos o tras la ingesta de ciertos alimentos.
    • Factores atenuantes: condiciones que disminuyen la sensación dolorosa como el reposo o una posición corporal determinada. Se debe tener en cuenta que estas medidas que alivian el dolor del paciente varían de unas personas a otras.
    • Factores que disminuyen la tolerancia del paciente al dolor como lo son causas emocionales, ansiedad, entre otros.
    • Factores socioculturales, como las creencias que pueden influir en la percepción y en la expresión del dolor del paciente.

Una vez detectados todos los aspectos anteriores, el objetivo prioritario de las intervenciones de enfermería consistirá en aliviar el dolor y ayudar a la persona a adaptarse a él.

Actividades para aliviar el dolor

  • Informar al paciente en el caso de que se prevea que sentirá dolor, ya que la información disminuye la angustia.
  • Enseñar al paciente las técnicas que le ayuden a aliviar el dolor, como por ejemplo masajes o relajación, ya que probablemente harán que se reduzca el consumo de analgésicos.
  • Establecer una relación de ayuda que permita a la persona disminuir su ansiedad y sentirse aceptado en su percepción del dolor.
  • Permitir y animar al paciente a identificar los aspectos que le dificultan el manejo de su dolor.
  • Ayudar a la persona a mantener en la medida de lo posible sus roles y actividades habituales, incluida la actividad física, como mecanismo de distracción que le sirva para aliviar el dolor.

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