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16 julio 2021
Autor: Ana Tejeda Ibarra
Duración aproximada de lectura: 5 min

corazónMonto en el coche hacia el hospital para realizar mis prácticas. Nunca sabes que pacientes hay, unos ya se fueron de alta o fallecieron y otros ingresaron por alteraciones en su patología o para una intervención quirúrgica. Lo mismo que antes, aunque en estos momentos que pasamos de pandemia tampoco nos paramos a pensar en nuestro trabajo, seguimos haciendo lo que hacíamos antes, cuidar, a excepción de una mascarilla o de un equipo de protección individual.

Cuando dices que estas en una planta del hospital la gente dice  “¡Qué bien! Ahí veras muchas cosas” y que razón, lo que no saben es que se sienten más cosas de las que se ven. Desde el momento en el que se diagnostica una enfermedad, se explica el proceso que hay que seguir, el tratamiento, las operaciones… todo. Y muchos de los pacientes si no tienen dolor no piensan en su enfermedad de verdad, están ingresados para una prueba o para un tratamiento.

La primera semana la pasas intentando aprender el funcionamiento de la planta. He de decir que el primer día yo pensé que me moría, al estar ocupada la zona de reanimación para pacientes de cuidados intensivos, los pacientes después de la operación no tardan en subir a planta y si solo era una prueba diagnóstica, en menos de dos horas se marchaba. Y así conté hasta nueve. Más los pacientes que ya teníamos en planta y que mi enfermera responsable se enteraba de todo, sabía lo que la faltaba de cada uno. Momentos de frustración de una enfermera en prácticas. El resto de la semana más relajado aunque con bastante movimiento. Pero ya le vas pillando el truco y te mueves mejor y entiendes más cosas, así se forma una futura enfermera.

Mi sorpresa llega cuando, al séptimo día, mi enfermero responsable me explica que vamos a administrar un citostático intravesical. Según él me comenta esto, lo primero que me viene a la cabeza es que hay un cáncer de vejiga. Sigue con la explicación y no me sorprende que nos tengamos que poner una bata, con doble guante y protección ocular entre otras cosas, por la toxicidad de estos medicamentos.  Y en relación a la explicación del paciente dice que lo tiene que aguantar 2 horas en vejiga y cambiar de postura cada 15 minutos. Yo empapándome de información y nerviosa por una técnica nueva y la enfermedad que estamos tratando y, sobre todo, por cómo estará emocionalmente el paciente.

Entramos en la habitación vestidos con la bata, gafas protectoras, doble guante y, por supuesto, la mascarilla. En este momento el paciente no cambia su expresión facial, no sé si será por el tema de la pandemia, pero la cosa ya indica que la técnica que vamos a realizar es importante, tanto para el paciente como para el personal que lo administra. Le explicamos el procedimiento del tratamiento y entiende, es un paciente colaborador, no tiene ninguna duda. Empezamos administrar el medicamento y ya empiezan sus molestias, dice que no será capaz de aguantar dos horas. En menos de 5 minutos las molestias disminuyen y se encuentra mejor. Le decimos que en un rato volvemos a ver como se encuentra y que si necesita algo nos llame al timbre. Recogemos el material en su contenedor indicado y nos quitamos el equipo de protección individual.

En el único momento que cambio su expresión fue cuando sintió una ligera molestia al administrar la medicación. Yo solo pensaba que acabábamos de administrar una quimioterapia vesical y que el paciente no lo había entendido. O eso fue lo que yo interprete. Pensé que con un familiar a su lado estaría mejor, por el apoyo o porque lleve mejor el tratamiento.

Entramos en la habitación varias veces y todo bien, aguanto el tratamiento. El seguía hablando con su compañero de habitación y sus cambios posturales. A la retirada del medicamento con la misma preparación, el paciente no tuvo ninguna pregunta y se encontraba bien.

Mi sentimiento fue que tal vez nos habíamos centrado mucho en el tratamiento (como administrar, eliminar o el material necesario) y no en la patología en total, o en sus sentimientos. Este pensamiento se fue apagando con los días, hasta que al cabo de un tiempo aparece otro caso similar.

Este otro paciente fue parecido el sentimiento. En este caso la intervención quirúrgica fue total, y se extirpo todo el aparato urinario y reproductor. Dejando una bolsa de ureteroileostomia. El paciente tiene un ingreso programado para la intervención quirúrgica, al día siguiente. Empieza con la visita de la enfermera responsable de ostomia, que se encarga de indicar el punto de referencia de la ureteroileostomia. La enfermera de la planta pinta la zona con clorhexidina al 2% para la intervención, y ya viene el celador a para ir a quirófano, el paciente como es normal muy nervioso. No vuelve a la planta hasta el día siguiente, la operación es larga y se quedara en reanimación hasta que se encuentre mejor.

El paciente en su primera cura no fue capaz de mirar la ostomia, solo lo toco. Durante el procedimiento comento que su padre falleció de lo mismo, que por eso sabia de que iba la cosa. Durante la visita del médico el paciente pregunto cuanto tiempo tendría que llevar esas medias de comprensión, el doctor respondió que unas semanas y le comento que debería de ponerse un slip para evitar un edema testicular ya que la bolsa escrotal estaba vacía. Yo no dejaba mirar su cara y está no tuvo el más mínimo movimiento. Aunque entienda lo que el medico dice su estado era de shock y de no asimilar la operación. En el momento de su alta yo no estaba en la planta y a día de hoy me pregunto cómo se fue y como estará.

En el caso que os cuento ahora, me sorprende la poca información que quiere la paciente, del todo respetable. También trata sobre un cáncer localizado en vesícula. En el ingreso su color de piel, esa ictericia y el dolor de estómago es lo que más llamaba la atención. Paciente válida y colaboradora, que va al baño y se ve en el espejo, se peina y se lava la cara, vuelve a la cama. Días de pruebas con dieta absoluta, y mil sueros con medicamentos. Ni una sola pregunta sobre su enfermedad. Su estado igual algunos momentos con dolores y otros mejor. La ictericia mejora, pero ella tampoco expresa nada.

Después de los descansos veo a esta paciente con su hija, una sonrisa y sin dolores apenas. Me alegra mucho su evolución aunque el pronóstico no es bueno. Pienso si su mejoría es debida a los fármacos o también el tener a su hija cerca.

No sé si es el tratar un paciente con cáncer, por cuestiones personales, lo que me hace sentir estas cosas, o es el tema tabú del cáncer. En realidad hay muchas enfermedades que el paciente o el personal sanitario no se atreve a mencionar, a excepción del momento del diagnóstico. Creo que el exponer nuestros sentimientos sean buenos o malos es lo correcto y no hay que estar siempre aparentando ser fuertes porque no pasa nada.

Como estudiante me pregunto muchas cosas, sobre técnicas, medicamentos… Por suerte las compañeras son muy agradables y siempre te intentan responder o enseñar. Pero este sentimiento de no saber qué hacer o cómo actuar no se me quita de la cabeza. Pensar en mi futuro como enfermera y en qué puedo hacer para cambiar este pensamiento o sentimiento. Aunque algunas veces es duro cerrar la puerta, hay otras en cambio que cuando la abres te regalan una sonrisa y te dicen que todo está bien. Y eso es lo que de verdad te llena, que te regalen esas sonrisas, que aun con mascarilla puedes ver o esas miradas que llegan al corazón. Ese día sales con el alma llena de paz y las pilas cargadas para la siguiente jornada.

El día a día en enfermería, el trabajo que de verdad te hace feliz, es CUIDAR. Es donde siento que no me equivoque de profesión.

 

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